¿Qué son?

¿QUÉ SON?

Los ejercicios espirituales nacen de la experiencia personal de San Ignacio de Loyola, peregrino en búsqueda de la voluntad de Dios.

Puso por escrito algunas de las cosas que le habían ayudado personalmente, para poder así ayudar a otros. Por eso los ejercicios son también un libro escrito en un estilo conciso, dirigido sobre todo a quien los da. Tienen mucho de método y de pedagogía.

Desde hace cinco siglos han sido un modo de ayudar al encuentro con Dios en la propia vida, en el camino único e irrepetible de cada persona. Por eso los ejercicios acaban siendo una experiencia que marca un antes y un después en quien los hace.

 

 

 

 

¿QUÉ SENTIDO TIENEN?

  • Los ejercicios espirituales se hacen para tomarse el Evangelio de Jesucristo en serio.

 

  • Para romper las ataduras interiores que nos impiden ser verdaderamente libres para amar.

 

  • Para descubrir el verdadero rostro de Dios, el que nos enseña Jesús.

 

  • Para percibir el modo concreto en que Dios nos invita a amar y servir.

 

  • Para no contentarnos con una vida mediocre, a medio gas, y llenarla de todo el sentido.

 

  • Para ir más allá de las ideologías, de las buenas intenciones, de las emociones pasajeras y saborear una verdad gozosa que permanece…

 

¿A QUIÉN VAN DIRIGIDOS?

Los Ejercicios Espirituales no son para gente buena, que además se lo sabe, y no siente el aguijón de un “más”. No son para espíritus conformistas, ni para aquellos que lo quieren todo sin renunciar a nada.

Son para gente capaz de poner en juego lo que tiene para perseguir lo que ama, con un talante emprendedor y arriesgado en correspondencia con una apuesta existencial de gran calado.

Gente sedienta de conversión profunda porque sabe que necesita algo más y algo distinto, o está atravesada por la búsqueda y el anhelo de lo que Jesucristo promete.

Los Ejercicios requieren de la persona cierta estabilidad emocional, compromiso para mantener los tiempos de oración personal y capacidad para interiorización.

 

 

¿CÓMO SE HACEN?

Siempre hace falta reservar un tiempo para la oración personal, para la intimidad con Dios, con la ayuda de las orientaciones que proporciona la persona que los da. Reposar las experiencias vividas, examinarlas para descubrir su significado más profundo.

El acompañamiento personal ayuda a orientar el proceso, descubrir la voluntad de Dios en la propia vida, animar y fortalecer al compromiso.